Contaba el Che que cuando tenía once años, en 1939, se estaba jugando en Buenos Aires la VIII olimpiada mundial de ajedrez, que en ese tiempo se llamaba El torneo de las naciones y que hasta su pueblo Alta Gracia llegaban ecos de la fama de Capablanca. Al preguntar de dónde era el gran jugador, le dijeron que de Cuba. Y de allí nació su curiosidad por ese país.
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